miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando se crece envuelta en mentiras y desengaños,  y los días siguientes a tu madurez los descubres, solo puedes sentir vacío. Las cosas no son más de lo que te han dado, no son tantas las cosas que te han contado, no son nadie las personas que un día lo fueron todo. Y te levantas al día siguiente con una única meta: no convertirte en uno de ellos. Vuelves a mirarte en el espejo y desearías no tener su nariz torcida hacia la derecha, o sus pequeños labios, ni siquiera te gustan las manos de tu padre. Seguramente, mirare algún día mis rasgos con cariño, y los echare de menos, pero es tanta la confusión que me han dejado, me sentí tan abandonada en momentos tan importantes; que muchas veces me cuesta pensar en perdón. Me echan en cara tantas tonterías que en definitiva no tienen ningún valor, para todo lo que, en su día, tuve que llorar. Porque fui yo, la que estaba en la cama, escuchando su llanto, o sus gritos; la que veía a mi hermana con la mirada perdida, era yo la que me tuve que enfrentar conmigo misma para sacar todo lo que llevaba dentro y nadie se acuerda de ese día en el que casi me destruyen. He visto muchas cosas en esta casa, las paredes han recibido muchos golpes, las toallas han secado muchas lágrimas, mis sabanas han soportado mis gritos silenciosos y las puertas han soportado muchos portazos. 
Ojala un día puedan mirarme a la cara, y comprender el daño. Ojala un día pueda decirle "adiós" a esta casa.

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