sábado, 28 de abril de 2012

Se despertó a la mañana siguiente después de no haber parado de pensar en toda la noche. Abrió los ojos y buscó con sus pies los calcetines que había perdido debajo de las sabanas. La persiana no dejaba pasar ni un rayo de sol, y se quedó mirando la vacía oscuridad de su habitación, escuchando el sonido de su propia respiración. Una respiración profunda, sintiendo el aire llegar hasta los pulmones, y después, en cuestión de segundos, espiraba. No era el mismo aire... 

El despertador. 

Pero prefiere aguantar diez minutos más, antes de enfrentarse a un nuevo día. Es duro despertar sola, sin él. Se hace difícil mantener ocupado el tiempo sin distraerse en su recuerdo... A veces lo siente a su lado, como si de nuevo volviera a respirar su olor, ese olor que la deja cautiva, que la tiene atrapada, que la ha enamorado... Ese olor del que, cada vez, es más imposible separarse. Su olor, el de su cuerpo, el de su pelo, el de su colonia, el de su ropa, el de su cama, el de sus abrazos, el de sus caricias, el de sus besos...

Suena de nuevo el despertador. 

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