lunes, 26 de agosto de 2013

Una carta sin remitente ni destinatario.

Hace mucho, desde aquel día, que tenía ganas de escribirte. Todo fue demasiado breve y quedaron muchas cosas por decir. 

Puede que estés pensando, o sólo suene absurdo, que nadie pueda enamorarse en tan poco tiempo, pero supongo que aquello que llaman "amor" no es más que un conjunto de síntomas que una vez identificados no queda más remedio que aceptarlos y encontrar su morfina... Y sólo cuándo imagino como sería volver a perdernos en aquellas horas de conversación, en aquellas risas nerviosas e inquietas, en aquellos detalles tan pequeños, en todas esas noches, entonces es cuándo realmente aparece algo de consuelo.

No sabría decirte si ya ha pasado mucho o nada de tiempo, puede que antes de que te lleguen estás palabras ya te hayas olvidado de mí, y eso es lo único que no podría perdonarte.

Sigo dándome golpes contra la pared porque es complicado acertar cuál sería la decisión correcta o sí ya la hemos tomado. Es imposible evitar esos recuerdos, porque solo ellos son capaces de despertarme una sonrisa cada mañana. Me niego a creer que el final de todo esto terminará con un simple adiós.

Quizás en otro tiempo, en  otra era o en otra época hubiera podido atravesar cielo y tierra para buscarte, y aunque no me dé por vencido, y aunque nunca renuncie a reencontrarme cada noche en mis sueños contigo, tendré que permanecer a lo lejos y contentarme con la idea de que, al igual que yo, me tienes presente en cada pensamiento.

Con todo mi amor. Y siempre nuestros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario